El Secreto de una Pluma Plateada

La voz divertida de Dranius me dejó congelada, prácticamente salté al darme cuenta de que estaba en la misma habitación que nosotros sintiendo como moría literalmente de pura vergüenza. Yo... aún estoy abrazando a Slade delante de Dranius... Estoy abrazando a su líder... Prácticamente sentía que podía echar humo por las orejas. Me sentía peor que si me hubieran pillado robando uno de sus preciados emblemas. Jadeé avergonzada y abochornada soltando a Slade como si me hubiera quemado, tropezando torpemente con la manta que estaba en el suelo.

- ¡Lo-lo siento! - Me disculpé sintiendo que había hecho algo malo, pero sin saber el qué exactamente. Recogí la manta del suelo volviéndomela a poner encima de los hombros prácticamente con la cara púrpura, pude ver que en la mesa a un lado de Dranius habían varias piezas de ropa, así que me acerqué recogiéndolas. - Gracias... - Susurré avergonzada sin atreverme a mirar a Dranius a la cara. - V-voy a cambiarme... - Añadí huyendo a la pequeña habitación cerrando las cortinas con rapidez.

Dejé la ropa encima de la cama y me quité la manta de los hombros para doblarla y dejarla a un lado, con rapidez dejé caer la manta que cubría mi desnudez, resignada a no poder ponerme mi ropa interior puesto que seguía mojada cogí los holgados pantalones gris oscuro que habían, me metí en ellos de un salto y me agaché desatando mis espadas de mis cinturones para ponerme uno y así impedir que se me cayeran. La tela era bastante gruesa y calentita aunque aún con mi cinturón me quedaban por la cadera e iba arrastrando los bajos. Cogí una de las camisas de color negro y me la puse con rapidez, prácticamente tuve que aplastar mis pechos para poder abrochármela. - Malditos pechos... - Gruñí a la vez que recogía la manta del suelo doblándola también para dejarla encima de la otra. Ya más tranquila me puse la otra camisa gris que por suerte me iba algo más ancha del pecho, y finalmente me acomodé la blusa acolchada de color negro por encima, aunque sin abrocharla. Me sujeté el cabello haciendo un moño rápido sujetándolo con un pequeño palito de madera y me asomé descalza con timidez por la cortina.

- Si... si necesitan hablar puedo esperar fuera. - Comenté avergonzada.

La sensación del abrazo legaba a ser casi inexplicable. Era extraño, era diferente. No había nada de familiar del abrazo de una madre o un amigo, poseía un semblante diferente, una mirada de otro color.

Mis brazos la rodearon casi de la misma manera automática de mi respuesta. No era el tiempo de pensar, no había mucho de que, no quería arruinar el momento con antiguos y dolorosos recuerdos, no quería hacerle eso ahora.
La deje expresarse, no tenía nada que decir, no era mi manera de expresarme, no desde hace ya mucho tiempo.
Su cabeza enmarañada y su cuerpo tembloroso causaban cierta ternura natural en ella. Apreciaba sus sentimientos más de lo que podía llegar a expresar.

Una leve presión me saco de mi estado para luego ver a Dranius entrar con ropas en sus manos.
No puedo decir que su comentario me haya agradado, pero tampoco molestado, debo admitir que causo cierta gracia debido a la situación, aunque por la reacción de Amnesia, ella no lo había encontrado del todo así.

Solo me dedique a mirarlo lo más fríamente que me pude permitir, por lo demás, solo lo ignore, el me conoce bien, no hace falta que diga nada.

Tuve que contener mi risa al ver la avergonzada reacción de Amnesia. Corriendo de acá para allá, no sabiendo bien cómo reaccionar. Disculpándose, agradeciendo por la ropa y aun así todo sin poder permitirse hacer contacto visual, era toda una escena cómica.

La reacción de Slade, al contrario era algo que me esperaba. Mantenía la calma inmaculada que siempre portaba, pero su mirada fría hablaba más de lo que acostumbraba. – Tenia que – Me excuse con un ademan de mis brazos. Sabría que me entendía, no podía quedarme callado ante situaciones como tal, menos con la confianza que nos teníamos.

Hice tiempo haciéndome el desentendido mirando el lugar como si fuera la primera vez que entraba allí. Slade hacia algo similar pero intentaba vagamente parecer ocupado. Cualquiera supondría que era una situación incómoda, pero era todo lo contrario, solo era más que un simple juego, nuestra propia manera de comunicarnos, nuestro ritual.

- No será necesario – Respondí ante las esperadas palabras de Amnesia – He cumplido con mi propósito – Finalice marchándome del lugar. – Ah, y he traído la ropa – Añadí con gracia sin voltearme. Tenía que decirlo.

- ¿Su propósito? - Pregunté aturdida aún con las mejillas ardiendo ante el comentario de Dranius, vi como se dio la vuelta para irse mientras comentaba haber traído la ropa que ahora traía yo puesta. - No entiendo nada... - Suspiré avergonzada y resignada sin saber cómo reaccionar.

Me acerqué despacio a Slade mientras sacaba el broche que me regaló Dranius del interior de mis camisas puesto que me estaba pinchando, una vez a la vista me aseguré de que el cuero que lo sujetaba y cubría la aguja no se soltara. Sintiéndome aún bastante nerviosa me quedé al lado de Slade viendo como observaba el mapa sobre la mesa. - Lamento si te he puesto en mal lugar por culpa de mi capricho... - Me disculpé bastante avergonzada. - Es como te dije, da igual lo que haga parece que causo problemas allá donde voy. - Añadí resignada jugando ausente con el broche de plata en forma de Fénix viendo como reflejaba los brillos de la habitación.

No queriendo molestarle más me acordé de que aún tenía que secar mis ropas. - Uh... ¿Slade? ¿Dónde están los bichos de hierro para poder secar mis ropas? - Pregunté mirando con curiosidad por la habitación. - El señor Dranius me dijo que aquí habían varias de esas cosas... ¿cómo era? ¿lagartos de hierro? - Resoplé frustrada al no conseguir acordarme del nombre de esas ¿estufas? además de que tampoco sabía muy bien qué eran, solo que estaban hechas de hierro.

- No le des importancia – Mencione relajado con la vista aun en la mesa mirando hacia la nada. No sabía cómo reaccionar, pero no porque no supiese como hacerlo, si no que aún no me decidía como tomar aquella intromisión y el panorama que presencio. Decidí dejarlo para luego al notarla acercarse hacia mí con su nerviosismo presente

- Ellos no me cuestionarían por más que lo quisieran, no podrían hacerlo, y no tendrían el derecho tampoco, después de todo es mi vida y soy su líder. – Dije con firmeza sin llegar a sonar amenazante – Si esto lo tratas como un problema, ¿lo de aquella noche fue una catástrofe? – Pregunte retóricamente.

Su siguiente comentario me causo gracia, incluso llegue a sonreír delicadamente y me limite a señalar con mi pulgar hacia mi espalda por encima de mi hombro.

- Salamandras de Hierro – Corregi – Son aquellas estufas. En simples palabras solo son contenedores de metal que sirven para calentar el ambiente mediante leña o carbón. – Habia dos de ellas en la sala. Conectadas hacia el exterior para expulsar los residuos y el humo generado y no contaminar el ambiente. No eran muy lujosos, pero servían para cumplir su propósito.

Me sonrojé ante su comentario bajando mi mirada al suelo. - Disculpa. Estoy tan acostumbrada a que todos piensen lo peor de mí, que lo hago yo misma por inercia... Supongo que es algo que me costará cambiar... - Expliqué avergonzada. - ¡Pero en absoluto fue una catástrofe! de hecho lo habría sido sino hubiera sido por ti. Yo... - Me concentré en el rostro de Slade para poder centrar mis pensamientos y poder expresar mejor lo que sentía. - No me importa lo que piensen, tú me has aceptado tal cual soy aún cuando ni yo misma me conozco y eso... tú... me salvaste. - Finalicé centrando mi mirada en sus ojos bicolor intentando frenar los acelerados latidos de mi corazón.

Su sonrisa me tomó desprevenida provocando que mis mejillas se volvieran púrpuras, me esforcé en seguir la indicación sobre donde estaban esos bichos de hierro obligándome a carraspear para intentar centrar mis pensamientos. - E-eso, salamandras... - Murmuré avergonzada yendo a recoger todas mis ropas mojadas para acercarme a esas cosas. Dejé el bulto de ropas en el suelo observando con curiosidad el extraño cilindro negro que desprendía un agradable calor. - Vaya, yo creí que sería un lagarto o un bicho gigante hecho de hierro escupiendo fuego o algo así... - Comenté divertida enganchando ágilmente las piezas de ropa entre las telas de la tienda. Iba con cuidado de no agujerear nada, simplemente aprovechaba las mismas arrugas de la tela de la tienda para enganchar mis ropas, antes que me diera cuenta ya había tendido todo y hasta puse mis botas húmedas cerca de la salamandra para que se secasen y poder volver a usarlas.

- ¿Slade? - Pronuncié sentándome en el suelo para poder acercar mis doloridos pies a la estufa y calentarlos. - ¿Qué he de hacer? me refiero a que... ¿he de pasar alguna prueba o algo para estar entre vosotros? Me has dicho que he de ayudar a ayudar o eso entendí, pero no sé a qué, o cómo... - Expliqué algo confundida abrazando mis rodillas. - Además, el emblema que me enseñaste en Liore era de hierro, en cambio el del señor Dranius es de plata, imagino que si eres el líder no puedes enseñar o demostrar tu rango así como así ¿no? o eso he estado pensando estos días. Pero tengo un montón de dudas en mi mente que no entiendo y no sé si son correctas o no hacerlas... - Dije arremangándome el pantalón hasta mis rodillas para disfrutar el agradable calor.

Comencé a recoger los mapas e instrumentos que ya no necesitaba. No los guardaba lejos, a unos pasos había un armario con varios cajones para este propósito.
Ella estaba entretenida colgando sus cosas así que simplemente buscaba como ocupar mi tiempo. No tarde mucho en guardar lo poco que ocupaba espacio innecesario y empecé a buscar entre cajones un objeto peculiar que venía guardando con aprecio desde hace días. Un emblema de hierro de los Fénix Negros.

- Ya eres parte de nosotros, si lo sigues queriendo claro – Puntualice – Quizás no oficialmente ya que no te anunciamos como un nuevo miembro, pero no hay dichas pruebas para ingresar, no somos una secta – Comente divertido mientras extraída de un cajón un pequeño paquete de seda violácea sujeta por hilos de oro.

- Si tuviera que clasificarlos, un símbolo de hierro representa que eres miembro de nosotros, uno de plata te convierte en un general, solo hay seis de ellos y el de oro te convierte en líder. Pero claro, solo son símbolos, por más que alguien se haga con un emblema de oro o de plata, no podría comandar a los Fénix, ellos tienen que reconocerlos. – Había cierto respeto y estatus entre nosotros más allá de cualquier jerarquía externa, si bien pudiesen hacerse con alguno de nuestros preciados emblemas y engañar a la gente, nunca podrían engañarnos a nosotros.

- No es que no pueda enseñar mi emblema, simplemente elijo no hacerlo. La gente tiende a comportarse diferente ante personas con alguna clase de “status” y no me gusta recibir privilegios por el simple hecho de ser conocido. – Mencione algo cansado acercándome a ella – Te responderemos todas las preguntas que podamos, ¿los Fénix somos familia recuerdas? – Dije lentamente mientras extendía el presente de mis manos hacia ella – Es tuyo.

"Ya eres parte de nosotros..." La calidez que me transmitieron esas palabras me aturdió, tuve que esforzarme en seguir escuchando aunque tuve que colocar mi mano derecha encima de mi pecho para poder asimilarlas. Me sorprendió que no hicieran ninguna prueba, aunque luego pensé que si toda la gente que hay aquí en esta montaña helada es por Slade mismo, mayor prueba que esa dudaba que fuera necesaria.
Suspiré escuchando sus palabras a la vez del sonido de como abría y cerraba un cajón para luego moverse despacio por la habitación. Quería hablar pero no podía, un nudo se formó en mi garganta y no tenía nada que ver con el ardor que ya tenía por el frío.
No podría comportarme diferente contigo ni aunque quisiera. Pensé escuchando como se acercaba a mí. Aunque sus siguientes palabras provocaron que la calidez en mi pecho se expandiera, inundando mis ojos de lágrimas pero no eran de dolor ni de amargura, era algo distinto que no sabía definir, pero esa frase retumbó en mi interior. - Familia... - Susurré saboreando la extraña palabra.

Me levanté a la vez que me quitaba el palito que sujetaba mis cabellos desparramándolos por mi espalda, suspiré cabizbaja y con rapidez me hice ágilmente una pequeña trenza en mi nuca. Pasé por su lado y me acerqué a la mesa donde había estado anteriormente Slade cogiendo un afilado abrecartas, sin dudar me corté desde el mismo nacimiento del cabello la larga y delgada trenza que había hecho y, dejando el abrecartas en su sitio regresé hacia él.

- Me has regalado tantas y tantas cosas hermosas... A mí, que no tenía nada... - Dije sonriente pero con la voz entrecortada anudando mi trenza en su muñeca extendida. - ...Y de no tener nada ahora lo tengo todo. - Apoyé mis manos encima del pequeño paquete que me estaba ofreciendo sintiendo como mis lágrimas caían por mi rostro. - Aunque te lo dije en Liore, ahora te lo juro. - Alcé mi rostro hacia él, no me importaban las molestas lágrimas porque por primera vez me sentí completa. - Siempre estaré aquí para ti Slade, mi vida es tuya. - Afirmé sonriéndole.

Su repentina acción de levantarse y cruzar por mi lado ignorando mis palabras me desconcertó un poco. No de mala manera, simplemente no terminaba de comprender su reacción o falta de ella.

No puedo decir que estaba acostumbrado a la muestra de afectos de las personas, las ayudo y tarde o temprano estas cosas suceden. Pero esto era diferente, era algo especial, mi mente aun no terminaba de comprender las palabras pronunciadas que llegaban a tocar las puertas cerradas de mi dañado ser.

Y tú me has ayudado a encontrar algo que creía perdido. Pensé mientras miraba su cabello abrazar mi blanca muñeca.

- Y yo me asegurare de que esta vez y hasta que no queden más plumas bajo mis alas, nunca más volverás a estar sola – Mis palabras fluyeron al mismo tiempo que mis brazos la rodearon de forma intuitiva. De alguna manera, ahora estaba hablando mi “corazón”.

No podía borrar la sonrisa en mi rostro. El corazón casi me estalla de pura felicidad al sentir como me rodeaba cálidamente con sus brazos, nunca me había sentido así... No necesitaba mis olvidados recuerdos para saber que jamás había sentido tanta felicidad. Simplemente apoyé mi cabeza en su pecho devolviéndole el abrazo, queriéndole compartir los intensos sentimientos que me llenaban a la vez que cerraba los ojos para disfrutar de la arrulladora calidez de su cuerpo.

- ¿Sabes? no me importa no poder escuchar tus latidos, mi corazón ya lo hace por los dos. - Dije acariciándole la espalda, sintiendo cómo aún a través de la tela la rugosidad de lo que parecían ser incontables cicatrices.

Suspiré sin dejar de acariciarle la espalda decidida a formular la pregunta que desde le conocí rondaba por mi mente.

- ¿Puedo preguntar "qué" eres? - Consulté tranquila. - Sé que eres un hombre increíble Slade, puedo sentir que cargas con un dolor inmenso en tu alma, pero a la vez eres bueno y justo. Entiendo cómo eres "por dentro", pero lo que no acabo de entender es como tú y el señor Dranius sois tan "parecidos por fuera". - Expliqué sin saber cómo expresarme.

Alcé mi rostro hacia él para poder mirarle a los ojos y, poniéndome de puntillas sin perder mi sonrisa me acerqué para darle un beso. Mi intención era simplemente besar su mejilla, puesto que no quería "robarle" otro beso, pero tampoco iba a obligarle a aceptarlo si no lo quería. Simplemente me fui acercando a él dándole tiempo para que reaccionase.

A un nivel superficial, solo podía verme abrasado a Amnesia, sin presión, sin dolor. Un tierno y cálido abrazo. Pero dentro mío, incontables sensaciones y recuerdos se disputaban el lugar que ocuparían en mi mente. Mientras q a la vez, sentía como espiritualmente nuestros cuerpos yacían desnudos en un mar de emociones que no podíamos explicar.

Sus siguientes palabras me arrancaron una sonrisa que no pudo llegar a ver. Una sonrisa que incluso sentí extraña.

- Puedes – Respondí – Pero no puedo responder a esa pregunta. Ambos compartimos el mismo origen, junto a algún que otro hermano, pero aquel origen y el por qué, es algo que no podemos divulgar. Y no quiero tener que mentirte diciendo que somos simples vampiros. – Había cierto deje de arrepentimiento en mis palabras, después de todo, no me gustaba mentirle a la gente, menos a ella, y ocultar algo tan simple y a la vez complicado, dejaba un mal sabor en mi boca.

Luego la bese. No por mucho tiempo, ni de la manera que me hubiese gustado hacerlo. Pero respondí a su insinuación, a sus sentimientos, y aunque el momento haya sido minúsculo como un beso entre pequeños adolecentes, era lo que me podía permitir en aquel momento sin que vuelva a nublarse mi caótica mente.

Me separe de ella con una pequeña sonrisa dibujada en mi rostro. No quería q se sienta rechazada.

Vampiro, otra vez esa palabra. Pensé arrugando la nariz. ¿Qué tiene que ver una rata con alas que se alimenta de insectos y frutas con ellos? Me pregunté totalmente perdida.

Mis dudas se evaporaron tan pronto como invadieron mi mente, tenía pensado darle un beso en la mejilla puesto que no quería incomodarle como hice en Liore, además de que algo tan "simple" como eso o un abrazo significaba mucho para mí, sobre todo si lo compartía con Slade.

Sinceramente no esperaba que él me besara.

Un jadeo de sorpresa se escapó de mis labios al hacer contacto con los suyos, apenas me di cuenta de cómo cerré mis ojos y rodeé su cuello con mis brazos. Mi corazón parecía querer escapar de mi pecho con sus furiosos latidos, simplemente me dejé llevar disfrutando del dulce contacto sintiendo como un delicioso escalofrío hormigueaba en mi piel.
Suspiré al sentir como se separaba siendo incapaz de abrir los ojos durante unos instantes, grabando este momento en mi memoria. Imagino que mi rostro estará completamente púrpura, aunque realmente no me importa ya que al abrirlos me regaló su débil sonrisa.

- No sé que serán esos "vampiros" si no te refieres a los murciélagos ni que tendrán que ver con vosotros, pero si me vas a recompensar así por no poder responderme creo que no podrán apartarme de ti. - Bromeé jugando con sus plateados cabellos.

Me causo gracia su pequeño concepto de definición de un Vampiro. Seguramente había leído algún libro para niños o de algún pueblo alejado del mundo, que aún conservaba su folklore intacto. Si bien nuestra raza es poco conocida, compartimos mucho con los vampiros, después de todo, se rumorea que hay sangre nuestra en la suya.
Fuimos tratado de muchas maneras, si se me permite incluirme en ellos a pesar de la gran diferencia, pero una de las que más gracia me causaba, era la comparación de pequeños murciélagos q se alimentaban de sangre humana.

- A veces también nos metemos por los balcones de las damiselas a tomar su sangre virgen – Dije en un tono burlón – Aunque muchos también dicen que no podemos entrar a un hogar sin permiso del dueño – Exclame un poco pensativo ignorando lo que acababa de suceder momentos atrás y evadiendo sus palabras de énfasis a la “recompensa”.

Aun no terminaba de superar la extraña y nostálgica sensación del cariño. Se sentía como volver a ver después de pasar años viviendo en la oscuridad, de respirar un aire limpio luego de pasar toda una vida en lo profundo de una cueva sin ver la luz de dia que ella representaba.

- ¿Tomar su sangre virgen? - Repetí extrañada sin dejar de disfrutar su cálida compañía. - ¿Qué tiene de especial la sangre? En Liore prácticamente me quedé sin, además de que es normal no poder entrar en una casa sin el permiso del dueño ¿no? A no ser que te cueles como yo. - Comenté bastante confundida intentando comprender sus palabras.

Todo mi cuerpo se tensó al sentir cómo la ajustada blusa interior se estaba desabotonando debido a mis movimientos al volver abrazarle. - ¡Mierda! - Gruñí en pánico soltando a Slade para abrazarme intentando que no notara mi percance. Cómo se desabroche también la siguiente camisa moriré de vergüenza. Me dije alarmada buscando por la tienda algo que pudiera ayudarme.
Una suave tela blanca captó mi atención corriendo hacia ella, al sostenerla en mis manos pude apreciar que parecía ser una especie de pañuelo de seda bastante grande, desconocía para qué podría servir pero esto era una emergencia. Corrí hacia las estufas dándole la espalda a Slade y me desabroché con rapidez la blusa gris. - ¡No te lo robo! - Aclaré. - Te lo devolveré cuando pueda y lo haya lavado. - Dije avergonzada doblando el pañuelo en diagonal para pasarlo por mi cintura e improvisarme un sujetador anudándolo en mi pecho, asegurándome de que me apretara fuertemente para impedir que volviera a desabrochar la ajustaba blusa. Una vez con la camisa negra interior perfectamente abrochada me relajé, dándome la vuelta para acercarme a Slade mientras me abrochaba la camisa de lana gris. - Malditos pechos... - Murmuré molesta y avergonzada.

- Perdona que me haya apartado así... - Me disculpé dándome cuenta que podía haber malinterpretado mi reacción pero sin saber cómo explicarme.

- Se rumorea que la sangre nos brinda poderes sobrenaturales, al menos eso es lo que suelen decir, aunque no están del todo equivocados. – Explique de manera comprensiva – Ellos mismos también rumorean que sin el permiso de la cabeza del hogar, no podemos entrar aunque quisiéramos, como si una barrera invisible nos lo impidiera – La segunda respuesta ante su duda, la había gesticulado un poco con las manos por lo ridículo que me parecía aquella teoría, estaba más a favor de los símbolos religiosos o el ajo, que a la falta de una simple invitación.

Sus movimientos fueron repentinos, lo cual me sorprendieron un poco, no por la agilidad de sus músculos ni la situación de la cual se apartó, sino por la ligera preocupación q llegue a percibir en su rostro. No le llevo mucho tiempo volver con un ligero roce de vergüenza en sus mejillas.

- No tienes nada de que disculparte, ni reprocharte, según recuerdo por mas malditos que sean, muchas darían lo que fuera. – Mencione con una ligera duda en mis labios, quería provocar sus recuerdos, pero no quería burlarme de ella. Aunque tuve que reprimir una muy ligera sonrisa de satisfacción.

No podía ocultar mi curiosidad al escuchar su explicación. - Entonces... ¿He de suponer que tú también comes sangre? - Pregunté intrigada. - Bueno, bebes o no sé cómo decirlo... - Añadí frunciendo el entrecejo confusa rascándome la mejilla. ¿Cómo se supone que se alimenta alguien de sangre? ¿no se quedará con hambre? ¿y cómo la sacan del cuerpo? No es que la gente o los animales vayan sangrando libremente por ahí... Me pregunté intrigada.

Sacudí la cabeza intentando alejar mis dudas y le miré sonriendo algo divertida. - ¿He de olvidarme de intentar prepararte alguna comida entonces? - Bromeé jugando con el broche colgando en mi pecho.

Bajé la mirada hacia mi busto al escuchar su comentario. - Pues no sé para qué alguien querría esto. - Murmuré pensativa. - Son incómodos, molestan, y llaman demasiado la atención, además... - Callé de golpe al darme cuenta de que estaba hablando de más sintiendo como el rubor ardía en mis mejillas.

Genial, estoy hablando de mis tetas justo delante del hombre que me gusta, que además es ahora mi líder y que para rematar me vio desnuda. Me dije alarmada sintiendo como mi cabeza explotaba de vergüenza. Carraspeé y me froté las manos nerviosa sintiendo el suave tacto de la tela, viendo cómo aún tenía el pequeño paquete de seda violácea aún sin abrir.

- ¿Puedo abrirlo? - Pregunté tímida aunque sintiéndome bastante estúpida, no sabía si era de buena educación abrir el paquete enfrente de quien me lo obsequió, o si por el contrario el no hacerlo podría ofenderle.

- Beber – Corregí – Si, Podría decirse. – Conteste algo divertido a su comportamiento cual niño curioso. – Si cocinas algo, puedo hacer una excepción.

La sangre no era algo exclusivo, ni único en mi dieta, pero si fundamental. Los poderes q encierran son los que permiten nuestras facultades sobrenaturales, llámenlo magia si prefieren, sin sangre, no seriamos muy diferentes a los humanos, y a diferencia de los vampiros, nosotros no moriríamos si dejáramos de consumirla, simplemente, nos volveríamos más débiles.

La deje hablar, no quería avergonzarla más, no por el momento.

- Es un obsequio, ahora te pertenece, el que hagas con el simplemente será tu decisión – Sonreí levemente con cariño.

La calidez en mi pecho aumentó al escucharle haciéndome sonreír. - Disculpa si hago demasiadas preguntas pero antes de ti nadie me había regalado nada y no quiero meter la pata... - Expliqué desatando con cuidado y bastante curiosidad el cordel dorado del pequeño paquete. - Bueno, el señor Dranius me dio el broche de su capa... pero me dejó tan confundida que me costó bastante entender que me lo obsequió. Aunque todo de él me resulta muy confuso. - Murmuré divertida al recordarlo.

La suave seda violácea resbaló entre mis dedos mostrándome lo que parecía ser un emblema de hierro, un sencillo pero detallado emblema con un fénix grabado en él. Cerré los ojos acercando el emblema a mi pecho intentando controlar la intensidad de mis emociones, pero eran tantas...  Que Slade confiara en mí para ser parte de su "familia" me hacía sentir aceptada, querida y sobretodo feliz.

- ¿Así que ahora soy una pluma bajo tus alas? - Pregunté aún con los ojos cerrados y sin perder mi sonrisa, abrazando con cariño el emblema sintiendo la frialdad del fénix tallado entre mis dedos.

La intensa calidez en mi pecho emergió de golpe hacia emblema en mis manos, simplemente me relajé y la dejé fluir sintiéndome cada vez más ligera. Desconozco si apenas han pasado unos segundos o unos minutos pero la extraña sensación de cansancio y sobretodo el no sentir el suelo bajo mis pies descalzos me hizo abrir los ojos, viendo alarmada que estaba flotando.

- ¡¿Pero qué..!? - El vértigo de estar cayendo me asustó, aunque pude equilibrar mi peso para caer de pie no entendía que estaba pasando.

- ¿Cómo hice eso? - Pregunté aturdida desviando mi mirada hacia Slade.

- A veces ni yo creo poder entenderlo – Comente con algo de melancolía al saborear la verdad de esas palabras. Ella ya había comenzado a desenvolver su insignia luego de un tardado momento en situaciones que se hacían muy común para este entonces. Todo siempre terminaba con ella avergonzada de alguna manera.

- Y una muy bella – Conteste al contemplar aquella hermosa imagen cual madre abrazando a su hijo.

Lo siguiente, debo admitir que me sorprendió. No por el hecho de nunca haber visto nada parecido, soy un hombre de mundo, y uno muy peculiar. Sino por el siempre y llano hecho de que no me lo esperaba, no en aquel momento. Ni mucho menos bajo estas circunstancias.

- Si tu no lo sabes, dudo poder ayudarte – Mencione con cierto tono de burla. Conservaba la tranquilidad de mi mirada, y la paciencia de una persona sabia.

Imagino que todo el cansancio acumulado de mi largo viaje, el horrible frío, la intensidad de mis emociones, más la fuerte impresión de descubrir que podía "levitar" provocaron que mis piernas no pudieran más y simplemente me dejé caer sentada en el suelo.

Exhalé todo el aire de mis pulmones y alcé mi vista hacia Slade. - Es realmente molesto desconocer que puedo hacer estas cosas y descubrirlas cuando menos te lo esperas, ¿sabes? - bromeé cansada pero divertida en el suelo acariciando el emblema, guardándolo con cuidado en el interior del bolsillo de la blusa acolchada.

Era extraño, me sentía bien y mal a la vez. Interiormente me sentía cálida, segura y con una agradable sensación de felicidad hormigueando por mi cuerpo relajándome como jamás he podido hacerlo. En cambio sentía como si me pincharan con miles de agujas en las piernas, sobretodo en mis pies que ardían dolorosamente al recuperar su temperatura. Mi pecho parecía estar comprimido y no era por el pañuelo que recién tomé prestado, además que mi garganta parecía estar llena de espinas.

Suspiré dejándome caer hacia atrás quedándome tumbada boca arriba en el suelo, mirando el techo de tela con una sonrisa.

- Estoy tan cansada que podría dormir aquí mismo. - Dije divertida.

Sus palabras avivaron las llamas del doloroso recuerdo que conservaba sepultado en cenizas. Por un momento hubiese deseado solo haber levitado en aquel momento, si tan solo hubiese sido solo eso, quizás ellos aun seguirían con vida.

- Si, lo sé - Respondí un tanto punzante, con una leve sonrisa fingida. No quería sacarla de su momento de felicidad y relajación que parecía disfrutar.

Allí estaba ella, tendida en el suelo con una libertad que no había visto en mí hace mucho tiempo, un cuerpo relajado sin siquiera un pequeño gramo de tensión en ninguna fibra de sus músculos. Una mirada que miraba más allá del techo, como si aquel lienzo colorido fuese una pantalla que reflejase esperanzas quizás perdidas, o sueños que uno creía tan lejanos, allí, en la palma de su mano.

Sonreí. – Puedes hacerlo, nadie te lo prohíbe, siempre y cuando no te moleste estar rodeada de Generales, dentro de poco vendrán aquí, tenemos una reunión estratégica antes de presentarte ante los demás.

Seguí tumbada en el suelo con la mirada perdida en el techo de tela pero sin verlo realmente, alcé mi mano e invoqué un pequeño fuego feérico haciéndolo bailar entre mis dedos mientras escuchaba las palabras de Slade.
Me sentía tan a gusto ahí desparramada en el suelo que realmente no me importaba lo que pensaran de mí los otros generales si me veían así, obviamente no quiero ponerle en un compromiso pero quiero disfrutar de ésta agradable calma y tranquilidad todo lo que pueda.

- La primera vez que usé esto fue al poco de mi... ¿despertar? no sé cómo llamarlo. - Dije divertida intentando encontrar las palabras que se escapaban de mi mente. - Estaba sola, perdida y asustada, no era capaz de entender porqué me dolían tanto los ojos por la luz del sol ni porqué estaba herida y prácticamente desnuda. - Expliqué tranquila, bajando mi mano extendida hacia el suelo pero con el pequeño fuego azulado flotando encima mío. - Conseguí llegar a tropezones a una pequeña cueva, y ahí en la oscuridad, sintiéndome completamente sola sin saber que hacer fue cuando invoqué sin darme cuenta éste fuego. - Sonreí al recordarlo. - Es bastante estúpido ya que no quema y apenas se le puede encontrar otro uso que no sea para marcar algo o asustar a alguien, pero para mí, en ese momento me dio esperanza. -

Me impulsé con mis doloridas piernas para levantarme de un salto y me acerqué a Slade sin perder mi sonrisa. - Y ahora gracias a ti, a la seguridad que me has dado junto todas las cálidas sensaciones acabo de descubrir que tengo otra habilidad que desconocía. - Dije acercándole la pequeña llama azulada que volvía a bailar entre mis dedos.

Miré a Slade a los ojos, sin dudas, sin miedos, totalmente tranquila y relajada. Tan solo quería que él supiera que aunque yo fuera como la pequeña llama en mis dedos daría lo mejor de mí para intentar aliviar el tormentoso brillo que ocultaban sus ojos bicolor.

Podía percibir varios murmullos fuera de la tienda pero no les di importancia, desconocía totalmente que iba a ser de mí de ahora en adelante, pero mientras pudiera estar con él aunque fueran unos instantes ya no me daba miedo el posible rechazo de sus compañeros.

- A veces las cosas pasan por alguna razón, otras veces, simplemente suceden – Argumente esto último con un deje de tristeza en mis palabras – No podemos decir si lo que ocurre tiene un fin específico para nuestras vidas, o simplemente un ser todo poderoso se divierte a causa de nuestras vivencias. Solo puedo decirte que las experiencias forjan quienes somos y una pérdida de memoria no puede cambiar lo que eras antes de que sucedas, con suerte, lo que te sucedió fue para bien. – Dije con una cálida sonrisa.

Pensé seriamente en revelar mis poderes ante ella, o al menos parte de ellos, si bien en mi fuego también había la belleza encerrada en sus llamas, el mío si lastimaba… e incluso mataba.

Cerré levemente mis puños para sentir aquel ardor extraño y reconfortante que las llamas me brindaban, mientras en mi garganta se formaba un nudo que recordaba el olor de la carne quemándose mientras ellos gritaban en un agonizante y lejano viaje hacia las puertas de la muerte.

- Incluso la llama más pequeña, puede encender el fuego más feroz – Dije tomándole la mano que portaba la llama, y cerrándosela sobre ella como un indicio a que la cuide, era algo que le pertenecía y nadie podía quitársela.

Sonreí enternecida por sus palabras sintiendo como sus cálidas manos rodeaban la mía como si protegiera un frágil y preciado tesoro. Me acerqué a él apoyando la cabeza en su pecho, desvaneciendo la pequeña llama de fuego feérico a la vez que sostuve sus manos con las mías notando la evidente diferencia tanto de color, tamaño y de temperatura, ahora era yo quien tenía las manos bien frías.

Ignoré los murmullos y demás ruidos que lograba escuchar del exterior de la tienda, ahora no me importaban en absoluto. Aunque su voz apenas había cambiado pude apreciar varios tonos de amargura, dolor y tristeza en sus palabras, sobre todo en sus ojos. Suspiré disfrutando su compañía acariciando sus manos a la vez que pensaba algún modo de distraerlo.

- Estando tan calentito dan ganas de "robarte" para olvidar completamente el frío que hace en esta montaña. - Bromeé alzando mi rostro. - Aunque apenas podría moverme, eres más fácil de llevar que esos bichos de hierro. - Añadí sonriéndole divertida.

Una alocada idea pasó por mi mente, era algo que nunca había podido hacer ya que no conocía a nadie pero según escuché era un buen sistema para distraerse, quitar estrés y aprender cosas nuevas.

Me separé un poco de él sin soltar sus manos. - Uh... ¿Slade? hay una cosa que desde que te conocí en aquel lago me quedé con ganas de hacer contigo, pero desconozco si es algo que pueda pedirte sin crear malos entendidos, además de que no sé si te agrade... - Dije mirándolo con picardía pero algo confusa. - Evidentemente hoy no podría ser ya que me siento cansada hasta las pestañas, pero... ¿podría pelear contra ti? - Pregunté relamiéndome los labios sin esconder la evidente ilusión que me hacía.

- Obviamente no sería una pelea a muerte. - Aclaré algo nerviosa por si me había expresado mal. - Pero esas extrañas espadas tuyas me llamaron mucho la atención, pocos humanos usan dos espadas ya que la mayoría que he visto usan tan solo una o llevan algún escudo. Además de que me gustaría poder probar mis habilidades contra un oponente que no quiera arrancarme la cabeza de mi cuerpo nada más verme... - Arrugué la nariz ante mis palabras. - Eso sonó muy mal, creo. -

Suspiré frustrada, cuando pensé en pedírselo no se parecía en nada a lo que expresé, pero realmente desconocía cómo preguntarlo.

A veces me preguntaba qué tipo de pensamientos cruzaban por su mente. Qué tipo de recuerdo eran los que llevaba consigo y que sería lo que se siente al tener gran parte de tus recuerdos en blanco, ¿Cómo llenaría ese vacío? ¿Cuánto peso llevaba encima?

Sonreí levemente a su comentario, y dude de su exclamación de robarme para olvidarse de “este” frio.  No era una existencia que podría llamarse cálida.

Sus siguientes palabras comenzaron a hacerme sentir desconcertado. La estaba escuchando atentamente mientras sentía que ellos se acercaban, no quise interrumpirla debido a que notaba que no le estaba siendo fácil formular la pregunta. No había entendido en un principio a lo que quería llegar hasta que lo pidió. Una pelea.

No era de extrañar que entre nosotros luchemos tanto para mejorar nuestras habilidades o conocer nuestros límites. A veces lo hacíamos solo por gusto o competición, y aunque por lo general mis combates solo son contra mis generales, de vez en cuando algún hermano de menor rango tenía la suerte de intercambiar algunos golpes conmigo.
No me confundan. Como saben, intento que no haya brechas entre nosotros y solo poseemos los rangos para una organización adecuada. Pero no puedo entrenar con todos mis hermanos, sería algo imposible hacerlo con cada uno de ellos. Hay algunos límites que tengo que admitir.

- Él no es humano – Dijo Dranius con una sonrisa en su cara mientras entraba con parte de los demás Generales – Quizás primero tengas que cruzar sobre nosotros antes de tener dicho honor de luchar contra él.

Era algo propio de él, con el tiempo, uno se acostumbra, y ella también lo hará. – Luego hablaremos de ello – Le susurre indirectamente aprovechando nuestra cercanía. No era para que ellos no escucharan, porque por lo menos Dranius lo haría. Si no para darles a entender que era algo personal.