Reinos de Irkalla
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La Corona de Huesos-En Kalhana-

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Mensaje  Lazein Azila Jue Oct 06, 2011 11:09 pm


Continuación de:
La Corona de Huesos 1- "Hacia Kyalia me dirijo"
_____________________________________

-Todos los viajes han sido cancelados hasta nuevo aviso-Me dijo el capitán en un tono que indicaba la molestia de tener que repetir lo mismo para todos.
Le dí las gracias y me marché. Minutos atrás me despedía de Lylde y el resto de la caravana, pero el adiós que me dió ella...No se por qué, pero me oprimió el corazón como un borracho a la jarra de madera de la que bebe. Sentí una angustia que no hacia más que crecer, y cuando el capitán pronunció las palabras, todo en lo que pensaba era en mi joven amiga. "Debo proseguir-Me decía a mi mismo-, ella estará bien, así que concentrate en lo que es tuyo", pero en el fondo sabía que no era así. La ultima mirada antes de cruzar las puertas de Kalhana me lo había dicho, esos ojos de miedo eran el testimonio de que no estaria bien, pero yo no quería admitirlo. Aún cargaba con una herida que estaba cicatrizando, una mucha más grande que la que cualquier caida pueda provocar, y por mas egoista que sonara, no deseaba entrometerme en asuntos de nadie hasta que no haya sanado por completo.
-Pero jamás sanará y lo sabes-Le dije al viento y al olor a pescado que me rodeaba. Sentía unas leves nauseas. Supuse que se marcharían una vez me acostumbraba.
No había barcos que salieran a ningún lado, ni a la isla de las frituras, ni a la peninsula de los bizcochuelos, ni a la provincia del puré de papa. Las interminables analogias culinarias me hicieron caer en la cuenta de que mi estomago rugía, algo que pensé que el tortuoso olor de las embarcaciones camaroneras se encargarían de que no pasara. Tenia un par de monedas conmigo, así que podría costearme algo de comer y una bebida, pero tenía que empezar a pensar en ofrecerme como mercenario. No me gustaba la idea. "Una espada solo sirve para matar, es la realidad-Me había dicho mi madre-, pero hay una diferencia entre matar para salvar a alguien, y matar para recibir un puñado de dinero". No me gustaba la idea de ser mercenario, no es que tenga nada en contra de ellos, pero tenía valores inculcados y pensamientos mios, quería evitar ello a toda costa, pero en este mundo pescar o trabajar en ferias no sirve para hacerse el día. Tenía que aceptarlo. Pedí un par de indicaciones y me dirigí a la taberna más cercana, esperando un menú que tuviera algo más que captivos del oceano. Se vale soñar ¿No?, y pasé por al lado de un decadente puesto de pescados. Allí estaba otra vez, el mismo hombre. Desde que abandonara la caravana me había estado siguiendo, yo lo sabía, pero el ignoraba eso. Su rostro no se me hacía familiar, asi que o era un bandido o algo más estaba pasando, algo que se me escapaba del conocimiento. Claro, yo todavia ignoraba muchas cosas. Como sea, comería algo, seguramente el me acompañaría desde una o dos mesas de distancia, luego cruzaría algunos muelles hasta un callejón abandonado de atención, y entonces veríamos que quería mi admirador.
-Seguramente quiere un autografo y una rutina de mis mejores chistes-Dije, otra vez, al viento, a la nada. Mi estomago repochó de nuevo: "¡Tengo hambre, idiota!"
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Mensaje  Amnesia Vie Oct 07, 2011 10:42 pm

Después de batallar casi 2 horas con el tinte al fin obtuve el color adecuado, mis antes blancos cabellos ahora eran más negros que mi piel. Por lo menos ahora no parecían sucios ni grasientos, sino que después de pelearme con la mezcla adecuada de aceite y hierbas había conseguido que el tono fuera mas “natural” y vaya que necesitaba camuflar mis rasgos todo lo que pueda y más.

Una vez vestida con mi “nuevo atuendo” observé mi reflejo en el viejo y polvoriento espejo de la minúscula habitación, no me acostumbraba al aspecto que había tenido que adquirir; La ajustada blusa negra con bordados rojizos se me pegaba como una segunda piel, apenas me cubría un par de dedos debajo de mi busto dejando al descubierto mi ombligo, además de que no tenía mangas y el escote era exageradamente pronunciado. La pequeña falda de cuero negro me llegaba por la cadera y tan solo tenía un par de bolsillos, acostumbrada como estaba a mis preciados pantalones me costaría bastante habituarme. Con agilidad escondí un par de dagas en mi espalda, justo debajo de mis omoplatos para dejarlas bien ocultas con mi capa y mis cabellos.

- Espero que el condenado escote sirva para que no se fijen en mis ojos… - Murmuré pensativa intentando que la maldita blusa no mostrara más de lo que debía. Di un suspiro de resignación, y al acto me animé mentalmente al pensar en el suculento robo y la pequeña “venganza” que iba a realizar.

Era un secreto gritado a voces entre la gente más humilde de puerto kalhana que el “respetable” señor Gilberd Ross se aprovechaba de su dinero para atraer a mujeres jóvenes como a niños pequeños para sus pervertidas y asquerosas aficiones… Así que dudo que si le saco mejor provecho a sus monedas de oro, tenga más problemas de los habituales.

Escondí mi par de cinturones donde portaba mis preciadas espadas cortas debajo de una tabla del suelo, camuflando con una alfombra medio raída el viejo suelo de madera. Ahora no me convenía llevarlas, aunque la tentación era muy grande… Di otro suspiro y me aparté de la dichosa tabla yendo hacía la puerta, subiéndome la capucha de mi capa para que medio ocultara mis ojos y dejando libres mis “ahora” oscuros cabellos. Espero que no llueva o adiós camuflaje. Pensé de repente mirando de reojo al cielo viendo como el rojizo atardecer iba apagándose.

Una vez fuera de la pequeña y abandonada casa, fui paseando entre la gente concentrándome en que mi apariencia fuera más relajada de lo que realmente estaba.
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Mensaje  Lazein Azila Sáb Oct 08, 2011 12:02 pm

Me sirvieron un plato de truchas asadas con un puré mixto de calabaza y huevo, y a la luz grasienta de las velas en la mesa parecía alguna especie de monstruo lo que posaba ahora en mi plato de madera. Le pagué con 3 monedas de mi esbelto y liviano saco al mozo y se marchó luego de colocar el tarro de agua junto a los cubiertos. A mi derecha, a dos mesas de distancia-vaya sorpresa-, estaba mi misterioso y timido admirador, tomando nada más que una jarra de lo que, espero, fuera cerveza, al menos así sus reflejos no serían tan vivos cuando charlaramos fuera del ojo de indeseada atención. Tomé mi tenedor y mi cuchillo y me atraganté como como atraganta un vagabundo con un pedazo de pan tirado en la calle. "¡Salven mis analogias!-Pensé-¡Siempre tan alegres y joviales!"
No tenía mucha sed, y el agua era más que todo para empujar los trozos de pescado y guarnición por mi garganta hasta el duodeno (¡Ea! He aquí una palabra que desconocía que conocía) y evitar la necesidad de que alguno de los borrachos tuviera que oprimir mi panzita en caso de que me ahogara. No deseaba depender de manos temblorosas y tontas en ese lugar. Zihendrir reposaba tranquila contra una silla, envainada y observandome comer, quizás hambrienta e insultandome por no haberla alimentado en tanto tiempo.
-Pero lo que tú comes es muy caro-Le dije a la espada con un pedazo de la cabeza del pescado agitandolo al aire, como si respondiera a sus berrinches-.
El mozo pasaba por mi lado para servirle a una pareja que recién llegaba-una pareja bastante fea, debo admitir. Si hubiera tenido un acompañante creo que mi boca habría dicho "Dos pescados se sientan y comen otros dos en un plato" y entonces tendríamos que haber luchado contra todos los alcoholicos del lugar. Es infaltable que cuando una persona se ofende en una taberna, todas las demas la defiendan a los golpes-, y me miro extrañado, preocupado de si habría dejado entrar a un loco de remate. Claro que el dinero de un loco no tiene la culpa de que su amo haya perdido la razón. Para cuando hice mi plato a un lado y me recosté contra el respaldo para descansar, mi seguidor disimuladamente observaba la espada. No sé si una zweihander es rara vista en este puerto de sucios y mojados, pero le llamaba bastante la atención. "Tendrás bastante problemas para robarla si es lo que pretendes-Pensé mirandolo. Se percató de ello y desvió los ojos hacia la ventana a varias mesas por mi izquierda. Una gaviota pasaba casi rozando la pared". No había necesidad de apresurarme, así que me quedé bastante comodo esperando que la comida bajara lo suficiente para que no me diera vagancia levantarme y seguir con mi camino. Creo que esto es bastante obvio y no hace falta decirlo, pero en caso de que no se hayan dado cuenta, mi mente no podía dejar de pensar en Lylde. La última vez que la viera llevaba un precioso vestido escarlata de seda con unas hebillas en sus trenzas, y el sol parecía favorecerla con una lúz única en sus mejillas, pero sin importar cuanto tratara nuestro amigo del espacio exterior, no podía disimular lo acongojado de su rostro. Mi desvariar sobre los tortolitos solo era un pensamiento en un rincón de una sala, donde la fiesta principal era el debate de si debía buscarla o no. Luego me ocuparía de eso.
Me levanté, sacudí mis pantalones de tela azul de la mugre de la silla, ajusté la correa de Zihendrir de manera que cruzara en diagonal sobre mi pecho, dejandola a ella en otra diagonal perfecta en mi espalda donde la empuñadura sobresalía por mi hombro derecho, y limpié mi remera manga larga de algodón negro de los restos del pescado que pensaban adornar mi indumentaria. Tomé un pequeño suspiro (No sé por que lo hice, pero creo que en ese instante empezaba a tener el presentimiento de que todo daría otro giro inesperado), y salí por la puerta hacia el cielo apenas habitado por esponjosas nubes. Doblé hacia mi izquierda, y cuando daba la vuelta a la taberna noté que el hombre salía del lugar y me seguía en lo que, el creía, era una caminata casual. Mientras fingía admirar la "hermosa" arquitectura de Kalhana, llegué hasta el paredon trasero de lo que debía ser un pequeño banco, y usé los movimientos de pie que mi madre me enseñó para salpicar como una gota entre las paredes del estrecho callejón y quedar sentado sobre el marco de una ventana abierta, moviendo los pies en el aire de una manera infantil. Encontraba cierta diversión en todo aquello. Y fue mucho mayor cuando mi acosador se encontró a si mismo solo en medio de la nada, habiendo desaparecido yo magicamente. Miraba para atrás, por los costados y no halló nada. Luego pasó las manos por los muros esperando detectar algún mecanismo que llevara a un sendero secreto. Me cansé de hacerlo actuar así y bajé de un impulso para caer justo a sus espaldas. La manera en que se sobresaltó y dio un respingo sobre si mismo para caera de boca al suelo, tengo que decir que fue entretenida.
Se levantó rapidamente sin apartar los ojos de mi, y colocó la mano por detrás de su cadera. Vi asomar el mango de un cuchillo que antes no había notado, pero no representaba ningún peligro.
-¿Por que no dejas la timidez y me pides mi autografo?-Dije con una sonrisa en una actitud de "Se que lo quieres, nena" haciendo un ademán con la mano.
-¿Que?-Preguntó él atonito. Hasta allí llegó la chance de que fuera realmente mi admirador, un amante de mis bromas y mi comedia. Una comedia que solo hubiera representado en esquinas de aldeas y nada más. Pero se vale soñar ¿No? Ahora, ¿Era un ladrón? No lo creo.
Lo examiné de pies a cabeza con atención, debía haber pasado los cuarenta y se acercaba a los cincuenta, el cansancio era vivo en su rostro, sobre todo en esas ojeras pronunciadas. ¿Cuantos días debió haber pasado sin dormir?. Llevaba una camisa a rayas sujetada por una prenda jardinera con tiras de cuero caquí, y su barriga, si bien no exagerada, era testigo de las alegres meriendas y cenas en sus cuatro decadas de existencia. Sus manos temblaba, su torso temblaba, tenía miedo.
-No te haré nada-Le dije tratando de expresar aquella verdad en mis ojos. No le haría nada mientras él no intentara nada-. Solo dime por que me estás siguiendo desde que llegara aquí.
Se calmó al instante, supuse que en mi mirada podía ver lo cierto de que no le haría daño, lo cierto de que no lo lastimaría si él me devolvía la misma intención. Alejó la mano del cuchillo y se lamió la mano para acomodarse los cabellos. Eran negros y las canas apenas visibles. Temblaba un poco menos, todavia estaba sobresaltado por mi sorprendente aparción-que cool que soy-.
-Quiero que me ayudes-Me dijo.
-¿A que?-Le pregunté.
-A recuperar a mi hija-Dijo y de repente un dolor le embargó el rostro y se mezcló con el cansancio, como una bebida fuerte que sabés te derribará sin siquiera poder terminar el primer sorbo.
Lo supe inmediatamente, no tengo idea de como ni porque, aún ahora que escribo esto, pero supe que la tristeza de mi seguidor era la misma que la de Lylde. Supe sin duda alguna, que el problema por el cual me pedía ayuda, era el mismo por el que mi amiga temía. Y no lo pensé dos veces. ¿Que otra prueba necesitaba? Lo ayudaría. La ayudaría.
-Dimelo todo-Le ordené. Se sorprendió, por que ahora estaba serio y lo que le pedía lo quería saber a toda prisa.


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Mensaje  Amnesia Dom Oct 09, 2011 4:07 pm

Ésta era la primera vez que podía andar casi tranquilamente por las calles de una ciudad sin preocuparme de mis rasgos drow. Me resultaba realmente extraño que los humanos me mirasen con lujuria y curiosidad, en lugar de las acostumbradas miradas de odio y sospecha al tratar de ocultar mis níveos cabellos y mi oscura piel.

Y todo este cambio por enseñar mas carne y oscurecer mis cabellos… Pensé con sarcasmo jugueteando distraídamente con un mechón. La gente me tomaba por una sureña así que intenté recordar cada rasgo que había visto e imitar su peculiar acento... Al menos mientras durara mi “disfraz”. Al final va a ser cierto esa frase que escuché a un borracho; tiran más dos tetas que dos carretas. Recordé divertida, por primera vez mis grandes pechos han sido útiles en lugar de estorbar.

Iba andando por las calles demostrando mi curiosidad, contoneando las caderas a cada paso fingiendo estar demasiado distraída como para detenerme a observar los babeantes hombres que me desnudaban con la mirada y las reprimendas que les gritaban sus esposas.

Espero llamar la atención de alguno de los sirvientes del señor Ross y no a todo este atajo de pervertidos o todo este show no habrá servido para nada.

Un joven saliendo de una apestosa taberna distrajo mis pensamientos llamando mi atención, no por su físico sino por la enorme espada que portaba a su espalda. ¿será algún bárbaro? me pregunté con curiosidad. Mmm… No se parece a las ilustraciones que vi en los libros ni en sus descripciones… Reflexioné siguiéndole con la mirada. Pocos segundos después vi como otro hombre iba siguiéndole los talones, bastante torpemente cabe decir. Aunque sinceramente dudo que tenga algún problema con él. Si lleva semejante arma es porque sabe manejarla así que seguí mi “paseo” sin preocuparme en el joven lo mas mínimo.

Aunque… ¿Cómo luchará con ella? Parece muy pesada y tosca de manejar… Una sonrisa traviesa se plantó en mi rostro. No pasa nada si curioseo un poco ¿verdad? Me dije a mi misma dando media vuelta para seguirles sin hacer ruido.

Cuando me acerqué vi con desilusión que en lugar de estar peleando estaban hablando, pero unas palabras captaron mi atención. ¿Recuperar a su hija? ¿Estará relacionado con el señor Ross? me pregunté, tal vez la suerte me había sonreído al seguir al joven de la espada.
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Mensaje  Lazein Azila Lun Oct 10, 2011 12:39 am

Mi desesperado visitante jugaba con sus dedos, era un manojo de nervios demasiado evidente. Me pregunté como pude llegar siquiera a considerar la posibilidad de que fuera un ladrón. Por momentos articulaba intentos de palabra, buscando la mejor manera de empezar el relato. A mí no podía importarme menos que clase de adornos le diera, solo quería que me dijera lo que fuera necesario y nada más. Necesitaba pensar con claridad, y con la sola idea de que Lylde estuviera en peligro ya era una tarea que requería de mi total esfuerzo. Luego de unos segundos, y de volver a peinarse los cabellos grasientos con saliva, comenzó:
-Mi nombre es Arsiol Lethrath-Dijo intentando darle un aire de distinción a su nombre-, y soy un humilde sirviente de la casa de Blairón, bajo las ordenes de Hernan de Blairón, regente del condado de Jabrath, al este de las rutas comerciales. Nuestras tierras no son ni muy vastas ni muy ricas, pero sobrevivimos bien a los inviernos y a los tributos, y nuestro pueblo agradece la mano benevolente de las generaciones justas de gobernantes.
>>Hace una semana, cuando la época de cosecha comenzaba y los frutos de la tierra se desprendían hacia canastas y los almacenes, llegó a la casa de mi amo Hernan una comitiva liderada por Ilíos de Shulmán, la mano derecha del ilustre Gilberd Ross. Los hospedamos y atendimos bajo las costumbres de Irkalla, y al alba del día siguiente a su arrivo mi amo y el emisario se reunieron en su camara privada para discutir. Ninguno sabía por que el señor Ross habría enviado a su mayor confidente, y entre granjeros y mucamos se corrían rumores absurdos de que buscaba el apoyo de las pequeñas comunidades para una sublevación. En fin, de todo se dijo y pensó, pero hasta las once de la noche, nadie supo nada con certeza. Cuando el señor de Shulmán se retiró a sus aposentos, mi amo Hernan me convocó para un encuentro inmediatamente.

Se le formó un nudo en la garganta, lo recuerdo claramente por que su tono descendió a un nivel identico que el de mi madre cuando me despertó aquella mañana. Creí que no podría continuar con la historia, pero su voluntad era mñas grande de lo que imaginaba, pues prosiguió luego de engullir toda la tristeza en un solo movimiento de su nuez.
-"Ese Gilbert Ross debe haber nacido de la mierda de los dioses", dijo mi amo, y la ira que sentí en su hablar, y en como apretaba su puño, ya me avisó de que las intenciones del enviado no eran nada buenas-Se detuvo nuevamente, hablarme era lo más dificil que debió haber hecho en su vida. Estuve a punto de decirle que podríamos continuar con la charla en un lugar más comodo, pero cuando abrí mi boca para sugerirlo, movió la cabeza hacia los costados diciendome "No hace falta" y prosiguió-. Entonces lo soltó todo, perdone lo vulgar de mis palabras. Ilios había venido con un solo objetivo: Llevarse a las jovenes de Jabrath para satisfacer los deseos de su señor, y la naturalidad con que lo dijo, causó repulsión y nauseas al desceniente de los Blairón. Dijo que deberiamos reunirlas para el mediodia del día siguiente, y que partirían hacia Kalhana de inmediato.
>>Entonces me miró. "Lo siento", fue lo único que alcanzó a decir antes de partirse en llantos sobre sus rodillas. Yo no pude articular ni una silaba, no pude derramar una sola lagrima, todo parecía tan absurdamente irreal, tan surreal, que debía ser una pesadilla. "Despierta, despierta por favor-Me decía a mi mismo. ¡No lo puedo soportar! ¿Que clase de retorcido chiste es el que sueña tu inconsciente?" No tuve que pedirle excusa alguna, supe bien que de negarse, Ross solo necesitaría un oido amistoso al que susurrar, y nuestras gentes serían acusadas de traición, nuestras tierras incendiadas, nuestras mujeres violadas, los niños esclavizados, los hombres empalados, y el asqueroso Gilberd aún así conseguiría lo que deseaba.

Traté de encontrar algo que decir, algo reconfortante, que le diera fuerzas, una palmada en el hombro, una frase de aliento, pero nada salió. Me odié a mi mismo por ver a un hombre sufrir tanto y no poder consolarlo. Jamás he visto tristeza en mi vida, mis padres se encargaron de llenarme con sonrisas y alegría, y hasta ese momento, nunca le hube visto el lado malo. Creo que la tristeza sirve para el crecimiento de uno, pero para tambien enseñar como manejarse cuando ataca a alguien más, a alguien que saca fuerzas de lugares insospechados para evitar que sus piernas flaqueen y le traicionen frente a tus ojos. Que inutil me sentí.
>>Despedí a mi hija junto a mi esposa, mientras ella se lavaba las lagrimas con el pañuelo que nuestra hermosa Awala debió haber heredado. Se veía tan hermosa, tan esplendida, parecía la puerta al paraiso en prendas de cuero y tela, y cuando agitó la mano mientras el carruaje-Que nosotros mismos brindamos-se alejaba, imploraba por que Ilíos recapacitara y viera la atrosidad que cometía por lo que era. Que estupido deseo. Y el resto no hace falta explicarlo. Tomé tanto como podría llevar en el poco tiempo que mi ansiedad me permitió, y esta vez fuí yo quién se despidió, partiendo en busca de algo que quizás no consiguiera, pero que debía intentar. Llegué a Kalhana justo antes de que los viajes fueran cancelados, y pedí y rogué por la fuerza de un guerrero, pero nadie tenía las agallas de enfrentarse a un señor como Ross. Se me acababa el tiempo, y fue entonces cuando te ví, alejandote de aquella caravana de mercaderes, vi tu espada y tu fisico, supe que eras alguien fuerte, y me propuse conseguir tus servicios sin importar lo que pidieras. ¡Por favor, joven! ¡Salva a mi hija! ¡Me rendiré a ti y te seguiré por el resto de mi vida! ¡Haré lo que deba pero salva a mi Awala!
Permanecí callado, quizás el pensara que yo estaba calculando el precio de mi espada y mis puños, pero en mi mente yo solo hacía las conexiones, las deducciones, todo se volvió tan claro que me dio escalofrios, la piel se me puso de gallina y el alma me ardió. ¿De verdad el mundo en el que me crié era así? ¿Podía alguien cometer semejantes crimenes y salir impune? ¿Donde estaban los caballeros y la justicia? Pensé que eso debía de ser una de las razones por las que jamás pasé tanto tiempo en las ciudades, mis padres habían querido alejarme de toda esa maldad y corrupción que carcomía a los hombres, pero ahora no podía ignorarlo más, no iba a correr. Me averguenza decir que probablemente no me preocupara tanto por la hija de Arsiol como por Lylde, pero en ese instante era todo en lo que podía pensar. Miré mi puño, nunca lo usé para algo más que defenderme o sobrevivir. ¡Maldición! Casi todas las peleas de mi vida habían sido de entrenamiento, no obstante, era hora de crecer, era un Maestro Bastardo y-por más que mi nombre sugiriera que fuera de la misma especie que Ross-, no iba a dejar tal injusticia suceder así nomás.
-Lo haré-Le dije-, y no quiero ningún pago. El dinero que llevas contigo guardalo y usalo para el futuro de tu hija, a la que traeré ante ti sana y salva. No hay precio para la vida.
Definitivamente no se esperaba esa respuesta, y la sorpresa de su semblante me hizo reflexionar sobre que clase de guerreros habitarían los continentes, guerreros egoistas que no pensarían más que en la manera de pagar la cena y el desayuno de la proxima mañana. Lagrimas de felicidad brotaban en él, ante la subita esperanza de poder recuperar el fruto de su amor, el anhelo de su amada. Me complació, por lo menos podía ayudar a alguien. Se limpió los delgados rios que caían en picada por sus mejillas y tomó la delantera, para llevarme hasta el almacén donde Gilberd examinaría sus tesoros, y el solo hecho de pensarlo así me sacudió el esqueleto. Me explicó, tratando de persuadirme más para no abandonar la tarea, de que las muchachas que no fueran de su agrado no serían devueltas a sus hogares, se las drogaría y se las prostituiría en los burdeles de poca monta que pueblan Kalhana como los peces en el mar, cobrando parte de las ganacias, y lo único que logró con eso fue que apretara mis dientes en furia. Si llegaba a tener a Ross en frente mio, le cercenaría la cabeza, no lo dudaba.
Repentinamente se detuvo y retrocedió lentamente. Consternado, me acerqué, llevando la mano a la empuñadura de Zihendrir, y cuando la ví, debo decir que me sobresalté más que el hombre que tratara de contratarme como un mercenario. Y, nuevamente, debo decir que eran los pechos mas grandes que ví en mi vida. Levanté la vista y me enfoque en sus ojos, y en sus orejas. Recuperé la compostura y hablé, con la mano firme dispuesta a desenvainar:
-¿Quién eres?
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Mensaje  Amnesia Lun Oct 10, 2011 12:46 pm

Escuché toda la acalorada explicación del regordete humano bien escondida entre las sombras del callejón, su dolor y desesperación eran tan intensos que me dejaron totalmente perpleja. No estoy acostumbrada a ver emociones sinceras y este hombre me había descolocado totalmente. He visto demasiadas veces como los padres venden a sus hijas tan solo por un par de monedas de oro, en cambio este hombre estaba dispuesto a todo para recuperar a su mujer e hija.

Bueno, una mejor oportunidad no se me iba a aparecer, así que decidida me bajé la capucha y decidí olvidarme del “difícil acento sureño” como mi sigiloso escondite.

El primero en reaccionar fue el regordete humano que, al verme retrocedió asustado. Acostúmbrate, hagas lo que hagas la gente de la superficie siempre te juzgará por tu raza, nunca por tus actos. Me recordé mentalmente mordiéndome el labio, no quería que empezase a gritar así que me dispuse a hablarles.

- Buenas noches caballeros. - Saludé educadamente haciendo una pequeña reverencia con una sonrisa plasmada en mis labios. - No voy a comeros hombrecitos, no hace falta que os asustéis. - Bromeé guiñándoles un ojo, alzando mis manos para que vieran claramente que no tenía intenciones de agredirles.

No pude evitar que una sonora carcajada escapara de mis labios al ver la cara del joven guerrero al ver el tamaño de mis pechos y escote. Poco después vi como cambiaba su mirada por una más seria y amenazante, desviando sus ojos a mi rostro y sujetando firmemente la empuñadura de su enorme espada dispuesto a partirme en 2 al menor descuido.

- Soy alguien que puede ayudarte a darle su merecido al señor Ross. - Le respondí al guerrero mirándole a los ojos. - O dime, ¿Cómo piensas entrar en la casa del señor Ross? ¿Acaso tienes un plan? ¿O tienes pensado ir dando espadazos sin ton ni son hasta que te detenga la guardia? - Pregunté acercándome a ellos lentamente sin desviar mi mirada, con pasos firmes y seguros.

- Yo puedo infiltrarme sin levantar sospechas, ni provocar una venganza contra los aldeanos por haber agredido a sus hombres. Una vez dentro puedo crear el suficiente alboroto como para que consigas entrar y que puedas encargarte de ése energúmeno. Piénsatelo. - Dije ofreciéndome voluntariamente como carnaza.

Bueno, ahora es cuando el humano regordete grita y al guerrero le dan ganas de hacer puré a la “malvada drow” ¿no? Me dije con una sonrisa resignada, preparándome para lo peor.
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Mensaje  Lazein Azila Lun Oct 10, 2011 1:28 pm

"¿Que carajo...?", fue lo único que pensé, por un momento creí que las palabras se habían escapado por mi boca, pero no. Primero, era el busto más grande que vi en mi vida, y me pregunté si los usaría como armas: "Dos ladrones quieren robarle a una mujer, ella los ve y ellos mueren...en el baño, si me entienden"; Segundo, sus orejas...No había visto orejas así en mi vida, y recordé a mi madre hablandome sobre una raza amiga de la magia y la naturaleza, seres misticos de cabellos dorados y piel blanca como la nieve, hermosos como la visión de un arcoiris tras la lluvia. ¿Como se llamaban? Elfos. Ella debía ser un elfo, bueno, eso creía yo, pero ¿Como saberlo? Hasta ese momento no creía que los hombres pudieran comprar chicas jovenes para cualesquiera sean sus enfermas fantasias, y salir impunes, así que ¿Como saber quien es un elfo?; Y tercero, tal vez no reparé en ellos con profundidad, pero ahora que lo pienso, creo que su cabello fue lo que más me llamó la atención, y por alguna razón sentí una innegable necesidad de tocarlo. "Dejame tocar tus cabellos-Pensé con una voz que a otro no le hubiera dado gracia. Pocos comprendían la genialidad de mi humor-, dejame tocarlos...¡Enderezate, Lazein!"
Me calmé y alejé la mano de Zihendrir, por más alejado que hubiera estado de la realidad, había escuchado lo que mi nueva visitante dijo. Y tenía razón. No podía simplemente entrar y decir: "¡Mueran, bastardos! ¡Soy el puño de la justicia! ¡Ahora todos le sonreirán...A la muerte!". No pude evitarlo, y me imaginé en un corcel blanco dando sablazos heroicos y cabalgando con las mujeres mientras la sangre me rodeaba, y reí. No quería, pero reí, y quizás fuera, en parte, por que nuevamente mi vida había dado un giro, claro que no tan tenebroso o macabro, pero un giro al fin y al cabo, y debia admitir que mi vida era bastante peculiar. El pensamiento se me había cruzado antes, pero creo que hasta entonces no había hecho hincapié en el detalle de que no podría tener una vida normal, no sería un comediante famoso, como deseaba. Bueno, tendría que conformarme con ser un simple tipo con una espada gigante que puede cortar un árbol en dos, saltar por las paredes, y conocer criaturas miticas y tetonas. ¿Que clase de ser querría aquello? "¡Enderezate, Lazein!"
¿Por donde iba? Ah, si, bueno. Creo que era bastante obvio que podría requerir de una mano, no obstante, no tenía idea de quien era ella, o por que estaba allí, escuchando nuestra conversación. Tal vez debí haber pensado mejor las cosas, reflexionado seriamente sobre que decidir, pero había una aguda voz a mis odios gritando "¡Lylde! ¡Lylde! ¡Lylde!", y era una voz que no callaría hasta que rescatara a mi amiga. Seguramente debí haberla sorprendido, tomando en cuenta que vivía en un mundo donde nadie confiaba en nadie, un mundo donde por un trozo de manzana se traicionaría a alguien que te salvara la vida, pero no pudo importarme menos aquello. Le preguntaría como tenía pensado infiltrarse, pero viendo la manera en que iba vestida, con un escote que haría más erupción que un volcán, ya me daba una idea bastante acertada de esa parte de su plan.
-De acuerdo-Le dije. No me di cuenta hasta más tarde, cuando nos dirigíamos al almacé, pero le había sonreído. Arsiol debía seguir atrás mio, con el trasero en el suelo, asustado, preguntandose cuanto tardaría yo en atravesarle el pecho-. ¿Que necesitas que haga?

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Mensaje  Amnesia Lun Oct 10, 2011 4:51 pm

De todas las posibles reacciones que me había imaginado, ninguna se acercó siquiera a la realidad. El joven guerrero en lugar de atacarme se quedo perdido en sus pensamientos, o entre mis pechos, ya que parecía tener la vista perdida en ellos… Luego vi como me examinaba con un aire de intriga y fascinación ¿es que acaso nunca había oído hablar de mi cruel raza? me pregunté extrañada. Y lo que realmente me dejó perpleja fue ver como alejó su mano de la enorme espada para después de unos segundos aceptar sonriente mi oferta.

Espera… ¿no estoy soñando verdad? Me pregunté Lo “normal” en los humanos es verme y gritar “drow!! Una drow!!” Como si fuera a extinguir todo ser vivo a mi paso, o fuera a arrancarles la cabeza de un mordisco… No pude evitar pellizcarme la mano para asegurarme de que era real. Bueno, creo que éste es el segundo humano que no parece temerme. Me dije recordando mi breve encuentro en el lago hace pocas noches con Slade.

Una sonrisa sincera y aliviada se plasmó en mi rostro, carraspeé un segundo no porque lo necesitara, sino para centrarme en el plan desviando mis ojos rojos hacia el asustadizo y regordete humano. ¿Cómo dijo que se llamaba? ¿Aerosol? No alcancé a escuchar bien su nombre…

- Según tengo entendido usted sabe cuál es el almacén donde retienen a las mujeres ¿no es así? - Le pregunté seria mientras sacaba una pequeña bolsita del bolsillo trasero de mi falda. (si es que se le puede llamar así a ese pequeño trozo de cuero.) Vi como asintió nervioso, señalando un almacén que apenas se apreciaba con claridad al final de la calle.

Desvié mi mirada nuevamente al guerrero estudiando su constitución, era alto y fuerte, o al menos había entrenado bastante dado que tenía los músculos bien trabajados, al no verle luchar con esa espada gigante no podía decir si era un luchador ágil o no, pero imagino que puede encargarse perfectamente de unos cuantos matones, mientras distraigo a los que haya en el interior.

Me adelanté unos pasos, dándoles la espalda en silencio, poniéndome totalmente en las sombras que ofrecía el edificio para poder usar tranquilamente la infravisión. La entrada parece bien vigilada… si queremos sacar a las mujeres sanas y salvas será mejor que no estorben. Reflexioné cancelando mi infravisión, acercándome nuevamente hacia ellos.

- Toma.- Dije extendiendo mi mano ofreciéndole el pequeño saquito. - Cuando esté dentro y veas una luz morada, tírale esto a los guardias de afuera pero sobretodo aguanta la respiración un par de minutos, no lo respires ¿ok? No es mortal, tranquilo. - Aclaré antes de que se formara algún malentendido. Y realmente no lo era, solo que esta variedad de veneno la había modificado para que afectara al sistema respiratorio, provocando horribles dolores y sensación de asfixia a quien lo respira.

- ¿Te gusta la idea de entrar por el frente? ¿O prefieres una ventana? - Pregunté cruzándome de brazos, sonriendo como una niña que va a cometer una gran y divertida travesura.
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Mensaje  Lazein Azila Lun Oct 10, 2011 5:19 pm

Me pregunté si había quedado como un pervertido, dado mi tardia reacción ante mi nueva compañera, pero todo eso se esfumo en cuanto prosiguió. Por la manera en que hablaba supuse que no se trataba de una mujer común y corriente-si, ya sé, lo de común y corriente desapareció en el segundo que vi las orejas-, y que debía de tener varias cartas bajo la manga. Arsiol respondió atontado, seguramente tambien por las orejas, supuse. Luego entendería la razón y me asombraría. Comprendería de verdad el mundo en el que vivía, del que no conocía absolutamente nada. Luego de que mi tremulo amigo le señalara la dirección del almacén, se dio media vuelta y observó el horizonte con atención. Por lo tiesa que estaba pensé que iba a echarse un gas, pero pasados unos segundos me miró y me extendió un bolso, me dio instrucciones a seguir cuando vea una luz morada-Me hice a la idea de que ella habría dejado morados varios ojos fisgones-, de esparcirlo y contener la respiración. Lo acataría, sea lo que fuese lo que hubiera en el saquito, no quería saberlo, menos respirarlo. Lo tomé y lo enganché a mi cinturon con firmeza, si se me caía estaría muerto, tenía la firme sensación de ello.
Me preguntó por donde preferiría entrar, si por la puerta o la ventana, sonriendo. Estaba ansiosa por entrar en acción,y entendí que era de la clase de persona que disfruta armando alborotos-"Al menos a quienes lo merecen", pensé-, así como yo era la clase de persona que los arma, aunque no lo quiera, y luego debe escapar. Un cosquilleo me recorrió el cuerpo, provenía de...Zihendrir. "No-Pensé-, no es justo que te use contra simples hombres. No es correcto." Mi mano tembló, mi puño deseaba rescatarla de su vaina-prisión. Entonces, debo aclarar, no sabía nada sobre la herencia que mis padres me dejaron, pero mi instinto me dijo que no sería buena idea usarla.
-Entraré por la ventana-Le respondí. Ocultaría la Primogenita, rescataría a las mujeres y volvería por ella. Todo sonaba muy simple, aunque sabía que no sería así. Le tendí la mano y sonreí, esta vez notando el ensanchamiento de mis labios-. Tal vez nos separemos sin una oportunidad de despedida, así que, antes que nada, gracias.
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Mensaje  Amnesia Miér Oct 12, 2011 9:08 pm

Así que por la ventana… vaya, pensaba que alguien como él querría entrar por la puerta principal. Pensé divertida, me relamí los labios ansiosa al pensar en el dinero que podría tener ese energúmeno, quien sabe, tal vez y hasta podría robar el suficiente para poder disfrutar de una cómoda y mullida cama. Justo cuando me subí la capucha para ocultar mis rojizos ojos, el joven guerrero me sorprendió nuevamente, me dio las gracias despidiéndose de mi sonriendo, ofreciéndome su mano amigablemente.

Tardé un poco en reaccionar puesto que no estoy acostumbrada a estas familiaridades. - No… no es nada… - Balbuceé aturdida. - Suerte. - Respondí estrechándole la mano tímidamente. ¿Solo he de tocarle la mano, no? ¿O he de apretársela? Me pregunté sin saber muy bien qué hacer, mirando con curiosidad el contraste de mi oscura piel con la suya.

Solté todo el aire que retenían mis pulmones y me gire hacia el almacén, concentrándome en mi “disfraz”. - Que empiece el espectáculo. - Dije más para mí que para ellos, andando con decisión alejándome entre la oscuridad.

Una vez cerca del almacén saqué un pequeño papel de mi bolsillo trasero y empecé a andar haciendo algo de ruido con los tacones de mis botines, contoneando las caderas, fingiendo estar demasiado concentrada mirando algo en el papel y en las paredes de la calle. La luz de las antorchas me hacía escocer mis sensibles ojos, pero tenía que aguantar como fuese, no podía cubrirme totalmente con la capa o me delataría yo sola. Una vez cerca de los guardias fingí tropezar cayendo adrede de rodillas para que el escote fuera más “notable”.

- ¿Puedo ayudarte guapa? - Me preguntó uno de los guardias viniendo hacia mí, sujetando la empuñadura de su espada con gesto amenazante.

- Au… Oiga señó, ¿sería u’ted tan amable de desí si por aquí hay una posada serca?- Me quejé sentándome en el suelo, intentando aparentar desorientada. - Creo que me perdio… - Añadí abriendo un poco las piernas como por descuido, queriendo revisar mi tobillo.

- ¿Te has perdido? - Repitió con una sonrisa lasciva, olvidando su espada y siendo rodeado ahora por varios guardias mas queriendo observar mi “pequeño espectáculo”. - ¿No eres de por aquí verdad? Eh chicos, ¿Qué os parece si invitamos a la señorita a tomar algo adentro con nosotros? -

Sus compañeros vitorearon emocionados, como si hubieran encontrado un tesoro o vete a saber qué. Que previsibles son … Pensé al ver como me rodeaban completamente, viendo aburrida sus caras lujuriosas.

- Oh, no quero molestar señó. - Respondí fingiendo estar asustada, retrocediendo un poco aún sentada en el suelo. Sentí como uno de los guardias, se puso a mi espalda agachándose con la intención de levantarme. ¡Pero que torpes! hasta un enano borracho pisaría haciendo menos ruido que el tonto éste. Pensé haciéndome la sorprendida cuando me alzó al aire.

- No es ninguna molestia señorita. - Me dijo sujetándome por la barbilla, observándome de arriba abajo. - Venga, déjala con las demás, con un poco de suerte el señor Ross nos dejará jugar con ella. - Ordenó sonriendo a su compañero que me cargaba.

No me podía quejar, el plan había salido a la perfección y no me hacía falta ni caminar puesto que cargaban conmigo.

Una vez dentro, observe analíticamente toda la estancia. Habían pocos guardias dentro pero bien armados, así que busqué rápidamente la ventana mas accesible desde el exterior y las posibles rutas de escape. El edificio en si era bastante viejo, la madera estaba sucia y descuidada, casi todos los muebles estaban completamente llenos de polvo, para mi ventaja no estaba bien iluminado el interior aunque apestaba a pescado podrido, y montones de sacos estaban tirados descuidadamente por el suelo de madera.

Abrieron una pequeña puerta con un grueso candado, lanzándome al interior como un saco de patatas. Bueno, creo que el paseo gratis ha terminado. Pensé con sarcasmo sentada en el suelo.

Ojalá ese joven no se impaciente y espere a la señal.
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Mensaje  Lazein Azila Jue Oct 13, 2011 8:56 pm

Mientras los soldados penetraban con sus miradas todo lo que no podían penetrar de otra manera a mi nueva amiga, yo me dirigía con Arsiol hacia uno de los costados del almacén. Era un pequeño callejón resguardado de la vista por montones de cajas y basura, todas emanando olor a pescado y sangrando sus visceras como una suerte de pus en demasía asquerosa. El sendero estaba empedrado con distintos relieves, lo que lo hacía parecer un intento rebuscado de ladrones para hacer caer a los borrachos y desnudarlos en su desmayo. Era una tactica bastante inteligente, de ser algo más que una imaginación mía. El viejo estaba a unos pasos de distancia, todavía recuperandose del shock que le debió haber causado la Yo-creo-que-es-una-elfa. No entendería por que hasta mas tarde, pero debo decir que aún ahora encuentro gracioso el estado. Me tuve que recordar que, a pesar de lo fragil y cobarde que parecía, había abandonado todo y arriesgado la vida por su hija. "Quizás el mundo no es tan decadente como pensé", me dije a mi mismo. Si aún habían personas que se sacrificarían a tal punto, tal vez el Codigo de los Seis Santos existe de manera invisible entre estas personas. Y fue entonces que, por un segundo, repasé enteramente el Codigo en mi cabeza, recordando cada oración, cada mandamiento que mi madre me había obligado a repetir decenas de veces. Pero no solo las sabía, las entendía, y me pregunté si en una epoca mejor, el Codigo habría sido acatado sin dudas por todos. Sacudí la cabeza para rescatarme de mis pensamientos, que en ese punto, no me servían para nada. Mi único objetivo era rescatar a todas las muchachas que estuvieran captivas en ese almacén. Desprendí la hebilla que unía los lazos de la vaina de Zihendrir y coloqué la espada detrás de unas bolsas de cuero gastadas, la cubrí bien para que nadie pudiera verla. Me vino bastante comoda la cantidad de basura que había allí, era bastante para esconder la zweihander, a pesar de su tamaño.
Di unos pasos hacia atrás y alcé la cabeza, enfocandome en la ventana abierta a varios pies sobre mi cabello.Entrar por allí no me sería dificil, claro, entrar nunca era lo dificil, siempre salir era la cuestión. Pero lo que de verdad me preocupaba era dejar Zihendrir sola, no sabía por que, pero no quería hacerlo, creo que en ese momento sentí algo parecido a lo que Arisiol cuando vio partir a su hija impotente. No sé si es una comparación algo exagerada, pero creo que era una sensación similar. Miré mi espada hasta que la voz de Lylde en mi cabeza resonó como un tambor. Era como una orientación de la razón, guiandome por el camino correcto, y yo lo consideraba como una forma de mi cerebro de mantenerme lucido y lejos de mis desvarios. Claro ¿No? ¿No es eso lo que cualquiera hubiera pensado? O tal vez me volvía loco y no lo sabía, al fin y al cabo, dado lo que me había pasado un colapso mental no era del todo descabellado. Pero la verdad que me aguardaba era suficiente para llevar a cualquiera a la locura.
Esperé la señal.
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Mensaje  Amnesia Dom Oct 23, 2011 9:44 am

Aún sentada me puse a observar la estancia a mí alrededor. La habitación era grande y espaciosa, el suelo estaba cubierto de alfombras que tenían el aspecto de ser muy caras aunque no estaban bien cuidadas, en las paredes había varios cuadros de distintos tamaños con toscos paisajes, las ventanas estaban cubiertas con unas gruesas cortinas de color verde, aunque no ocultaban del todo los tablones de madera que bloqueaban cualquier acceso por ellas. A mi izquierda se hallaba una escalera de madera que conducía a otra puerta en la planta superior, adornada también con unas horribles cortinas color turquesa.

El intenso olor a incienso aturdía mis sentidos embotándome la cabeza, así que me levanté despacio para que no se me cayera la capucha que cubría parte de mis ojos y me arreglé la ropa, ya que esos hombres al haberme traído cargada mi escaso atuendo enseñaba más de lo previsto. No sé si el incienso en sí estaba puesto para camuflar el pútrido olor a pescado del almacén o solamente para marear a quien entrara en esta extraña habitación.

Escuché unos débiles murmullos a mi espalda, así que enfoqué mi mirada en un rincón encontrándome con las mujeres abrazadas unas a las otras mirando con autentico terror la puerta a mi espalda. No pude evitar abrir la boca al ver como había 3 niñas de entre 8 y 12 años allí también, vestidas y maquilladas como si fueran unas muñecas de porcelana. Me acerqué despacio hacia ellas, contándolas mentalmente. 9 jóvenes y 3 niñas…

- ¿Están bien? - Pregunté observándolas con curiosidad. Vi el tembloroso asentimiento de varias de ellas y me di media vuelta observando la puerta por la que “tan amablemente” me trajeron. - Bien, tengo un plan para salir de aquí pero necesito que me ayudéis gritando lo más fuerte que podáis, ¿de acuerdo? - De reojo vi como aún abrazadas asintieron al unísono.

Bueno, ojalá funcione mi plan. Pensé dando un largo suspiro, estirándome para desentumecer mis huesos.

Extendí la palma de mi mano y me concentré en invocar un pequeño fuego fatuo, las inofensivas llamas ardían con un color entre azul y morado, acto seguido golpeé la puerta con fuerza mientras extendía las llamas por mi cuerpo.

- ¡Fuegooooo! - Grité fingiendo pánico en mi voz. - ¡¡Fuegoooooo!! ¡¡Socorrooooo!! - Las chicas empezaron a gritar también, bastante asustadas al verme arder de la nada con fuego morado mientras aporreaba con fuerza la puerta ante mí.

Nada mas escuchar el chasquido de la puerta al abrirse, empujé con mi hombro al pobre guardia que había detrás derribándolo. Invoqué mas fuego fatuo, extendiéndolo por toda la sala, enfocándome en las ventanas para que el extraño y joven guerrero pudiera entrar.

- ¡¡Correr!! - Grité a las jóvenes para que salieran de ahí, mientras desenfundaba mi par de dagas ocultas en mi espalda para encargarme de los sorprendidos guardias.
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Mensaje  Lazein Azila Vie Nov 04, 2011 6:02 pm

Las ventanas estaban tapiadas. ¿Podría ser mas idiota o había llegado a mi limite? Me dije que más adelante lo descubriría. De cualquier modo, me sería imposible entrar por allí, mucho menos ver la señal que me diera mi compañera. Encaminé hacia un costado con Arsiol pisándome los talones, tembloroso, pues se había dado cuenta de lo mismo, y si yo me sentía así, no me imaginaba como estaba el sabiendo que su pequeña hija estaba allí dentro con esos monstruos, esperando a un viejo que no se aguantaba por desprenderla de sus ropas con esas manos sucias y callosas...Calmate, pensé, no te sirve de nada revolotear sobre algo que todavia no debe haber pasado. O por lo menos eso esperaba. Doblé por un recodo del edificio y me asomé para echar un ojo a los guardias de la entrada, esos intentos mal fallidos de hombre que habían conducido a la orejotas al interior del almacén. Eran tres, pensé que había mas, y quizás estuvieran patrullando por alguna de las calles aledañas. Mejor para mi. Entonces escuché los gritos, de horror, de dolor, de susto, y el viejo los escuchó y no me atrevo a desechar la suposición de que se pudo haber meado encima, y a decir verdad, quizás yo también lo hubiera hecho, por que en ese instante los mas perversos pensamientos atropellaron mi cabeza como un ariete a una puerta, y no me pude contener. Corrí hacia los soldados, y estos no tuvieron tiempo de reaccionar lo suficiente. El más cercano desenvainó una espada de hoja ancha de un solo filo y arremetió hacia mi con ella, yo me hice a un costado, cuando la espada hubo bajado, le tomé la mano y le golpeé en el rostro con el puño izquierdo, sintiendo como se le rompía el tabique. Tomé su arma y me dirigí al segundo, que levantaba su arma en alto, yo lo rodeé y le golpeé en la nuca con el pomo de la espada y cayó inconsciente. El tercero siguió el curso de sus compañeros y corrió como si yo fuera una prostitua que le hubiera robado dinero. Trató de asestarme en el estomago, hice a un lado su espada con la mia y le golpeé con la punta de los dedos en la nuez del cuello. Se hizo hacia atrás gorgojeando y tratando de articular palabras hasta que salió corriendo, lo más rápido que pudo. No perdí tiempo contemplando la patetica escena, fui hacia la puerta y la abrí de una patada. No esperaba ver esas llamas.
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Mensaje  Amnesia Vie Mayo 04, 2012 9:06 pm

Aunque no estaba acostumbrada a iniciar una pelea, las mujeres que se hallaban ahí retenidas merecían cualquier oportunidad para escapar.

Esquivé con facilidad un torpe golpe de un guardia con una enorme hacha, pateándole duramente la entrepierna para dejarle fuera de combate. No era un modo elegante lo admito, pero eran muchos y necesitaba toda mi energía para poder salir de ahí.

Tres guardias se lanzaron hacia mí viendo que había tumbado fácilmente uno de sus compañeros, salté hacia atrás dando una voltereta para poder patear duramente el mentón del primero, y en cuclillas pateé la rodilla del segundo haciéndole caer para frenar justo a tiempo la arremetida del tercero.

- Vamos señores, no es de buena educación intentar abusar de una señorita. - Advertí sonriendo divertida.

Por suerte, los guardias eran muy torpes haciendo que sus costosas y pesadas armaduras fueran inútiles contra mí. Aprovechaba al máximo su furia para apartarme con rapidez en el último momento, tumbándolos sin apenas esforzarme. Sintiéndome más confiada, avancé con pasos rápidos hacia la puerta para intentar quitar el cierre, pero de golpe una cortina de agua helada me bañó entera.

- ¡Ahhh! ¡Qué demonios…! - Grité alarmada tanto por haber bajado la guardia como por lo fría que estaba.

Me giré velozmente para poder atacar a quien me había mojado cuando vi una pequeña con ojos llorosos portando un cubo.

¿Ha querido ayudarme? Me pregunté. claro, ellos no saben que mi fuego fatuo es inofensivo. Pensé viendo a la pequeña con ternura.

Un guardia no desaprovechó mi breve distracción, golpeándome dolorosamente en la espalda provocando que cayera duramente al suelo. Aún de rodillas me di cuenta de cómo me estaban rodeando, aunque el agua estaba eliminando el tinte de mi cabello devolviéndolos a su blancura habitual.

Bueno… Haga lo que haga me van a descubrir, así que ¿qué importa? Me dije mordiéndome los labios para intentar mitigar el dolor al incorporarme.

Cerré mis ojos e invoqué encima de mí una gran esfera de oscuridad, cegando a mis oponentes mientras les escuchaba gritar.

- ¡Es una drow! - Escuché. - ¡¡A por ella antes de que nos mate a todos!! -

No dudé, ataqué sin miramientos guiándome por la voz que gritaba las órdenes a sus compañeros, clavando ferozmente mis dagas en su estomago. Los gritos se convirtieron en débiles gorgojeos sin sentido, asustando aún más a sus compañeros. Aprovechando los pocos segundos que duraría la negra oscuridad, ataqué duramente los soldados cercanos identificándolos por el ruido de sus pesadas pisadas y el de sus armaduras.

Una vez se extinguió la esfera de oscuridad me erguí desafiante, mostrando mis dagas ensangrentadas a los guardias restantes e invocando más fuego fatuo para intimidarles.

- ¿Estáis seguros de querer enfrentaros a mi? - Les pregunté endureciendo mi mirada, apartando mis blancos cabellos de mi rostro con lentitud.

Lo que no me esperaba era que en aquel momento, abriesen la puerta de una patada internándose el joven que conocí momentos atrás.
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